Beatriz de Bobadilla y Andrés de Cabrera fueron figuras esenciales en la historia de Castilla. Su lealtad a Isabel la Católica y su influencia en momentos clave marcaron el curso de la historia. Desde su amistad con la reina hasta su legado en Cuenca, esta pareja dejó una huella imborrable.
La relación entre Beatriz de Bobadilla e Isabel la Católica comenzó en su infancia, cuando ambas convivieron en el castillo de Arévalo. Beatriz, once años mayor que Isabel, se convirtió en su protectora y confidente durante los años difíciles que la futura reina pasó junto a su madre, Isabel de Portugal. Esta cercanía marcó el inicio de una amistad que perduraría toda la vida.
En 1467, Beatriz se casó con Andrés de Cabrera, un hombre de origen converso que ocupaba el cargo de mayordomo mayor de Enrique IV. Este matrimonio fue estratégico, ya que Cabrera era el alcaide del Alcázar de Segovia, donde se custodiaba el tesoro real. Su unión no solo fortaleció su posición en la corte, sino que también les permitió jugar un papel crucial en la proclamación de Isabel como reina tras la muerte de Enrique IV.
Cuando Enrique IV falleció en 1474, Beatriz y Andrés facilitaron que Isabel tomara el control del Alcázar de Segovia y del tesoro real, lo que le dio una ventaja decisiva frente a los partidarios de Juana la Beltraneja. Este acto de lealtad fue recompensado por Isabel, quien les otorgó el título de marqueses de Moya en 1480 y les concedió extensos territorios.
El señorío de Moya, situado en una posición estratégica entre Castilla y Aragón, se convirtió en el centro del poder de los marqueses. Beatriz y Andrés transformaron Moya en un importante enclave político y económico, fortaleciendo sus defensas y promoviendo su desarrollo. Además, Andrés de Cabrera ostentó el cargo de tesorero de la Casa de la Moneda de Cuenca, reforzando su conexión con la región. En Cuenca, también fundaron el convento de Santa Cruz de Carboneras, que se convirtió en su lugar de enterramiento, dejando un legado que perdura hasta hoy.
Beatriz de Bobadilla y Andrés de Cabrera dejaron una huella imborrable en la historia de Castilla. Su lealtad a Isabel la Católica, su papel en momentos clave como la guerra de Granada y su influencia en lugares como Cuenca y Moya los convierten en figuras fundamentales de su tiempo. Su historia nos recuerda la importancia de la amistad, la lealtad y el compromiso con los ideales.